lunes, 12 de mayo de 2014

La motivación es visceral. Reflexiones y un poco más…


La motivación es visceral, se siente en el estómago, en la parte superior ... se siente como el hambre.

Si no hay hambre, no hay motivación.

Si estamos sin hambre de amor, de fe, de luz, no vamos a buscar alimento… sólo aquel que quiere alimentar su humanidad de algo más de lo que tiene, se motivará naturalmente.

¿Cuánto cuesta motivarse … es cierto que cuesta tanto?

No es cosa fácil cuando nada nos estimula. Cuando la nada se apodera de los días y de los pensamientos, peor aún cuando el negativismo toma su lugar y se siente a flor de piel saliendo por la boca en cada palabra que pronunciamos.

¿Qué se necesita tener para darse cuenta de que estamos hambre para  ser y hacer cosas nuevas y mejores? ¿Cuándo y cómo nos damos cuenta de que no estamos motivados?
¿Cuánto ejercicio necesita el cuerpo para que se produzca el hambre? … Hambre de cambio, hambre de seguir adelante, hambre de vivir de soñar...

No hay hambre cuando hay siempre algo para comer, podríamos decir, cuando siempre hay zona de confort, no hay hambre cuando la costumbre es no alimentarse por la falta o el desperdicio consciente y adrede de ideas nuevas, de sentimientos nuevos.

A la motivación  la mata la costumbre, lo mismo que a la creatividad. Cuando cada cosa que hacemos es sólo para sobrevivir y no hay campo para soñar, la motivación se esconde y se olvida, la abandonamos en una gaveta de cualquier espacio en nuestra vida y ella termina por abandonarse a si misma y se convierte en zona de confort, en costumbre.

Las épocas sin hambre, es decir, sin motivación, para luchar, para cambiar, para crear son épocas de sequedad que se reflejan en el cuerpo de quien dejó de alimentarse por propia decisión, se puede ver en la piel seca, los ojos sin luz, el cuerpo y los pensamientos se adelgazan y se enferman… amargan la saliva y hasta las lágrimas se secan y duelen.

Sin hambre de cambio, de crecer, de ser activo, de hacer algo nuevo o hacer las cosas bien, el cuerpo y la mente iniciar su guerra y se destrozan el uno al otro, se carcomen como roedores feroces en competencia, en poco tiempo la conciencia se apaga y es lo mismo que estar muerto dentro de un cuerpo que aún respira pero que huele mal, y se ve mal y se escucha peor.

¿Cómo puede cambiar aquel que decidió abandonarse?  y  la pregunta que muchos se hacen  ¿cómo podemos motiviarnos?

Un buen camino sería, entender el riesgo que implica abandonar el cambio, el alimento de crear y así el riesgo a morir sin morir de verdad. ¿Qué puede ser más doloroso, que andar por la vida como un pedazo de carne y hueso sin sentimientos, sin acciones, sin sonrisas, sin ilusión?

La sequedad de motivación no es para siempre, pero cuando llega puede ser peligrosa, la padecemos todos los seres humanos en algún momento de la vida.


Hacer, sentir, bailar, cantar, caminar, trabajar, proponer, buscar, vivir…. desde adentro, desde las vísceras que hay que despertar, el reto está en tomar valor y desintoxicar el estómago y la mente de la necedad, del confort, del yo no puedo, no quiero, del yo no sé, de todo lo que está al revés .. y tomar de una vez la decisión de alimentarnos con conciencia, con dulzura, con compasión, con vitaminas de autoamor, de sanación, con baños de luna y cielos estrellados, con días de sol y nubes juguetonas.

Se necesita creer en el poder propio del humano que somos, con la fuerza de voluntad como motor que sólo llega cuando la llamamos y así poco a poco, se toma un sorbo de vida a la vez, un día a la vez, para quitar el sabor amargo en la boca y refrescar el alma, para vivir y motivarnos.

PRE